Existen padres para los cuales parece no haber mejor tiempo que el transcurrido junto a sus hijos. Conversaciones, lecturas, deportes: todo es motivo para compartir sus horas con ellos.
Existen padres para los cuales el trabajo se transforma en obsesiva prioridad, que creen que con él obtendrán todo lo que necesitan sus hijos y esperan que después, mañana, cuando esa carrera incesante les permita un poco más de tranquilidad…
Existen padres que enseñan, que hablan mucho con sus hijos, que a través de la palabra los preparan para un futuro no siempre cierto. Y existen padres callados, tal vez inseguros de sí mismos, que proveen los medios para que sus hijos puedan superarlos en ese futuro.
Existen padres-patriarcas, primeras figuras de la vida familiar, que resuelven, padres severos a los que les cuesta escuchar. Y existen padres testigos de la vida en familia, que dejan las dediciones más importantes en otras manos, que parecen (pero sólo parecen) estar un poco alejados.
Padres cariñosos que abrazan, juegan, besan sin varoniles pudores y padres rígidos a los que les cuesta demostrar su amor y cómo lo lamentan…
Padres modernos, tan jóvenes como sus jóvenes hijos que conocen por dónde va su mundo y padres afirmados en viejas tradiciones que educan en valores sin tiempo…
Tienes un poco de cada uno de estos padres, papá, y también de muchos otros, porque, con tus cualidades y tus sombras, sólo quieres ser el mejor padre del mundo. Y lo eres.

Lidia María Riba.
www.lidiamariariba.com