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La vida es tan corta. Imprimir
Historias de Vida - Historias de Vida


Hace unos años atrás, yo estaba de pie observando a mis estudiantes para nuestra primera sesión de Teología de la Fe.
Ese fue el primer día que ví a Tommy.
Tommy resultó ser el “ateo de la clase” en mi curso de Teología de la Fe.
Él objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente sobre la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico:
- ¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?
- ¡No!, le dije muy enfáticamente.
- ¿Por qué no?, me respondió, yo creía que ese era el producto que usted estaba vendiendo.
- ¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios… Pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti.
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.
Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de un cáncer terminal.
Él vino a verme.
Cuando entró a mi oficina lucía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia.
- Tommy, he pensado en ti… oí que estás enfermo, le dije en tono casual.
- Oh, si estoy muy enfermo, me respondió, tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas.
- Tom, ¿puedes hablar sobre eso?, le pregunté.
- Por supuesto, ¿Qué quiere saber?, me contestó.
- ¿Que se siente tener solo 24 años y estar muriendo?
- Bueno podría ser peor.
- ¿Peor como qué?
- Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero “son lo máximo” de la vida.
El continuó diciendo:
- Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez encontrar a Dios. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo:
- “Pero Él te encontrará a ti”
Estuve pensando mucho en eso. Pero cuando los doctores removieron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue que empecé a buscar seriamente a Dios.
Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso.
Pensé en usted y su clase y recordé otra cosa que usted me había dicho: “La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama, que los ama”.
Así que empecé por lo más difícil, mi padre.
El estaba leyendo un periódico cuando me le acerqué.
- Papá…
- ¿Qué?, preguntó sin quitar sus ojos del periódico.
- Papá quisiera hablar contigo.
- Bueno, habla.
- Papá… es algo verdaderamente importante. Bajó el periódico lentamente ¿De qué se trata?
- Papá, yo te amo. Sólo quería que lo supieras…
Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que hubiese hecho antes. Él lloró y me abrazó. Me sentí tan bien de estar cerca de mi padre, de ver sus lágrimas, de sentir su abrazo y de oírle decir que me amaba.
Fue más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros. Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto por tantos años. Sólo me arrepiento de una cosa… ‘¡de haber esperado tanto tiempo!
Entonces, un día me volteé ¡Y ahí estaba Dios!
No me vino a mí cuando yo se lo rogaba.
Aparentemente Dios hace las cosas a su manera y a su hora.
Pero lo importante que él estaba ahí.
¡Me había encontrado! Usted tenía razón, me encontró aún después de que yo dejé de buscarlo.
Lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios: Es la de no hacerlo en una posesión particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad… Sino ¡abrirse al amor!
Tom, ¿podría pedirte un favor? ¿Vendrías a mi curso de Teología de la Fe y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se los dijera, no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú.
- ¡Caramba!. Yo estaba listo para usted, pero no se si estoy listo para su clase.
- Piénsalo, Tom, y si te sientes listo llámame.
Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo para la clase, que el quería hacer eso por Dios y por mí.
Así que hicimos la cita, pero Tom nunca pudo llegar… Él tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase.
Por supuesto que su vida no terminó con la muerte, sólo cambió.
Él dio el gran salto de la fe a la visión.
Él encontró una vida más hermosa que todo lo que ha visto el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la mente del ser humano jamás haya imaginado.
Antes de que él muriera, hablamos una última vez.
No voy a poder llegar a su clase, me dijo.
- Lo sé, Tom.
- ¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá al mundo entero por mí?
- Sí, Tom, les diré. Haré lo mejor que pueda.
Así que a todos ustedes que han tenido la bondad de leer esta simple historia sobre el amor a Dios, gracias por el tiempo.

John Powell.
Prof. De Loyola
Universidad de Chicago

 

 
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