Un humilde pastor, en un tiempo muy lejano y en un remoto lugar, salÃa todos los dÃas con su manada de ovejas blancas rumbo a la pradera. Allà las ovejitas pastaban hasta que el pastor les hacÃa practicar su gimnasia diaria: todas debÃan saltar, una en una, sobre una valla, hasta el anochecer, cuando emprendÃan el regreso. Ocurrió que un duende al ver a las ovejas saltar la valla tomó esa imagen y la llevó al pensamiento de los niños que no podÃan dormirse. Asà ellos se entretenÃan contando los saltos y sin darse cuenta se quedaban dormidos. Pero un dÃa una oveja se rebeló y no quiso saltar. Las demás se quedaron paradas, el pastor se puso triste, quiso convencerlas de que saltaran mas no lo consiguió. En ese mismo instante, un niño no pudo seguir la cuenta y se pasó largo rato llorando, sin poder dormir. Muy enojado, llamó al Rey de los Sueños, quien al escucharlo partió en busca del duende, el pastor y las ovejas. Reunidos frente a la gran familia de ovejas blancas, dictó el castigo: a partir de este momento, tendrán en su familia a la primera oveja negra, y asà será para siempre. Desde ese lejano dÃa, cuando alguien se rebelaba, pasa a ser la oveja negra de la familia. Sin embargo, para defender nuestra dignidad, principios e ideales, muchas veces debemos rebelarnos contra el poder absoluto. Aquella ovejita, y luego las otras, nos demuestran que es mejor vivir cubierto de lana negra y no saltando vallas con la cabeza baja.
Pancho Aquino.
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