Historias de paso y algo más. |
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DÃa de ... - Marzo -
Marzo 18 - DÃa del Trabajador Telefónico
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El primer recuerdo que tengo de una experiencia con un teléfono fue en Urcos, capital de la provincia de Quispicanchis a unos 50 kilómetros del Cusco - Perú, tendrÃa unos 4 o 5 años y me encontraba en la oficina de mi padre que era el Juez del Pueblo. El tenÃa en su escritorio un teléfono negro con una manija insertada al costado derecho, cuando và el teléfono me quedé hipnotizado e intrigado. Pasé una hora en la oficina de mi padre viendo entrar y salir gente, escuchando problemas y soluciones a los problemas y viendo a mi padre usar el teléfono. De rato en rato levantaba el auricular y daba vueltas a la manija y hablaba con alguien al otro lado de la lÃnea. De pronto se presentó una diligencia que obligó a mi padre a abandonar su oficina. Decidió dejarme bajo el cuidado de su secretario, este se encontraba en una oficina colindante e independiente a la oficina de mi padre. Me encontré solo y libre para explorar la oficina y claro de inmediato me dirigà al teléfono. Levanté el auricular y nada... este teléfono no tenÃa números que marcar solo la manija al costado, asà que empecé a darle vueltas. De pronto alguien al otro lado de la lÃnea me contestó con un saludo respetuoso "buenos dÃas doctor", me asusté y colgué el teléfono. Me armé de valor y volvà a intentar usar el teléfono, volvà a girar la manija y de nuevo la voz esta vez le contesté algo pero corté inmediatamente. No entendÃa porqué me contestaba la misma persona la misma voz, si en las pelÃculas cuando una persona usa el teléfono puede hablar con mucha gente de diversos sitios. Asà que insistà una y otra vez y siempre la misma voz cada vez mas molesta. El anonimato en que me encontraba me protegÃa y claro me sentÃa seguro. Hasta que después de muchos intentos volvà a llamar giré la manija y la voz al otro lado se dirigió a mà en primera persona, amenazó con encarcelarme y que era el comisario del pueblo y sabÃa que era el hijo del Juez y hasta sabÃa mi nombre!!!. Entré en pánico colgué el teléfono y puse fin a las llamadas. La comisarÃa del pueblo estaba al frente del juzgado. No salà para nada de la oficina hasta que llegó mi padre y claro tampoco le conté la experiencia vivida ni la amenaza del comisario por temor a haber cometido algún delito. Me quedé con el secreto, hasta que ya de grande cuando mi padre nos contaba sus historias en Urcos le pregunté sobre el teléfono y me dijo que en el pueblo solo habÃa 2 teléfonos el de la comisarÃa y el de su oficina en el juzgado del pueblo y que estaban comunicados entre sÃ. Yo ya sospeché esto cuando crecà y aprendà más sobre teléfonos pero esperaba la confirmación de mi padre para retirar de mi mente los fantasmas que me persiguieron cada vez que usaba un teléfono.
Carlos Palma.
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