HabÃa una vez un joven a quien gustaban tanto las marionetas que se convirtió en aprendiz de artesano. Pero era muy torpe, y su maestro y compañeros constantemente le decÃan que no tenÃa habilidad para ello y nunca llegarÃa a nada. Sin embargo, tanto le gustaba que trabajaba dÃa tras dÃa por mejorar. Y aún asÃ, siempre encontraban fallos en sus muñecos, hasta que terminaron echándole de la escuela. Entonces, decidido a no rendirse, aquel joven dedicó desde aquel dÃa todo su empeño a hacer un muñeco, sólo uno. Siempre hacÃa la misma marioneta, y en cuanto detectaba un fallo, la abandonaba y volvÃa a empezar desde cero. Pasaron los años, y con cada nuevo intento su muñeco era un poco mejor. Y aunque su marioneta era mucho más bella que cualquiera de las que hacÃan sus antiguos compañeros, no dejaba de intentar que fuera perfecta. AsÃ, el hombre no ganaba dinero y como era muy pobre muchos se reÃan de él. Cuando aquel pobre artesano llegó a viejecito, su marioneta era realmente maravillosa. Tanto, que finalmente un dÃa, tras mucho trabajo, terminó el muñeco y dijo: "No encuentro ningún defecto, esta vez ya es perfecto", y por primera vez en todos aquellos años, en lugar de abandonar el muñeco, lo colocó en un estante, verdaderamente satisfecho y feliz. Lo demás ya es historia. Aquel muñeco perfecto llegó a cobrar vida, vivió mil aventuras y dio a aquel viejecito, llamado Gepetto, más alegrÃas de las que ningún otro artesano famoso consiguió con ninguna de sus marionetas.
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